Storytelling Mundopimpiano.

 Siempre Es Mejor Con Una Historia.

Como a muchas otras en la vida, también a la pregunta ¿De dónde venimos? podemos responderla con una historia.

Mi hija mayor, “Ojazos”, sostiene que proviene del “Planeta Anillo”. Que todos venimos de allí; que es un planeta poblado por bebés y abuelos, sin padres diciendo qué hacer y qué no. Que todos los que quieren ser mamás y papás, sin saberlo, transmiten su historia en una pantalla gigante, que miran todos los niños por nacer. Que cuando uno de ellos se emociona, los elige y toma la nave rumbo a la panza de la señora que quiere ser mamá, para narrar su parte de la historia, junto a esos seres humanos que deciden tener hijos. Ella afirma haber elegido a sus papás junto a su hermana, y siempre aclara que ésta iba a venir en primer lugar, pero que, a último momento, cambió sus planes y la empujó dentro de la nave, gritándole que la seguiría luego, mientras batía su mano en un saludo agitado. Tardó cinco años para hacerlo y Lila aún se lo reprocha. Bueno, cinco años terrícolas porque en el “Planeta Anillo” el tiempo se mide diferente: la más pequeña afirma, en una lengua que sólo su hermana entiende, que no tardó ni cinco minutos.

“Ojazos” tiene ahora siete años y contando. Tenía cuatro cuando empezó a hablar del Planeta Anillo, y a los seis ya había completado la historia que aquí comparto.

No hace falta un título habilitante, ni “calle”, ni ningún talento especial para ser un gran storyteller. Si me preguntan cuál es el ingrediente indispensable, no lo dudo: la magia.

El storytelling es el arte de crear una atmósfera mágica a través del relato con la finalidad de seducir a una audiencia en la que se tenga particular interés. El narrador “abre la puerta para ir a jugar”.

Todos narramos, todo el tiempo, con mayor o menor consciencia de estar haciéndolo, y todos tenemos buenas historias para contar. La diferencia entre un storyteller y “todos” es el tiempo y el amor que le dediquemos a ello, que es directamente proporcional a cuan convencido estemos de que es un recurso efectivo.

Narrar es un arte generoso; requiere más práctica, que talento.

“Siempre es mejor con una historia”, repito como mantra y lo reafirmo: desde el comienzo de los tiempos trajo y seguirá trayendo adeptos al círculo alrededor del fogón.

Aplicado a “eso que hacemos” y queremos comunicar, es la herramienta fundamental para conectar de una manera indeleble con nuestra audiencia, esa gran masa de personas dentro de la cual deberían encontrarse nuestros clientes y usuarios, actuales y potenciales, y, por qué no, los “recomendadores seriales” que incentivan y arengan a su propia comunidad a convertirse en tales. Si el mensaje es claro, se acercarán al rincón cálido aquellas personas dispuestas a consumir nuestro relato de marca y todo lo que tengamos para ofrecer.

En palabras de Estanislao Bachrach, “…somos seres emocionales que aprendimos a pensar y no máquinas pensantes que sentimos…”, y es por ello que la llave, es la emoción. Abrirnos a nuestra propia emocionalidad a través de una historia, nos llevará por autopista directa a la emocionalidad del otro: nuestros resortes internos rebotarán al unísono, compartiremos esa conexión en cada frase, y quien escuche nuestras palabras, se mirará en ellas y se reconocerá. En definitiva, siempre somos seres humanos hablándole a otros seres humanos.

Las palabras calman a nuestros lobos internos porque le dan significado a los dilemas que todos cargamos y al escucharlas nos sentimos protagonistas de la historia que es narrada. Entonces, es cuando entra en escena la famosa “Tía Empa”, y su gemela viceversa, empatía.

No me cuentes qué pensás acerca del sol; contame en cambio, cómo entibia tu rostro, de qué colores son las manchas que ves cuando rebota en tus párpados, cómo huele la vida cuando él la calienta, qué escuchás cuando quiebra el horizonte, a qué sabe tu piel cuando lo besa… Recordame que es una estrella que brilla más porque está más cerca, y que no va a apagarse sino dentro de muchos miles de años.

¿Se activaron tus registros sensoriales? ¡Bienvenidos! No sólo de córtex pre frontal estamos hechos.

Dime cuánto escribes… y te diré qué es lo que cuentas.

Es fundamental tener un background de renglones copiosos, humildes y bien heterogéneos. El éter del buen relato, es como la primera mirada que cruzan dos personas que muchas historias después elegirán pasar la vida juntos. Así de indispensable. Es preciso escribir mucho y a su vez, hacerlo bajo el estímulo de todos nuestros sentidos y experimentar con disparadores y propuestas diferentes, lúdicas, que nos muevan los fondos. De esa producción previa, cuanto más manuscrita mejor, saldrán las historias que necesitamos contar. No lo duden: las mejores de ellas, son esas balsas de un náufrago que sobrevivió a una intensa marejada de tinta. Mi método para llevarlas a buen puerto, es la narrativa consciente, que palabras más, palabras menos es una forma efectiva de lograr ver un elefante dentro de una serpiente boa, en vez de un pacato sombrero (si todavía no leíste “El Principito” … ¿Qué estás esperando?).

Debo confesar que “Ojazos” es mi hija [mi club de fans ya lo sabe]. Ella y su hermana “Ojitos”, son las encargadas de pintar mi mundo con muchos colores y bien fuera de las líneas de puntos. Sus crayones siempre se gastan hasta que no pueden sostenerse con los dedos, y para ellas nunca son muchas historias, ni ninguna de ellas es disparatada. Se toman la cosa en serio. Nunca subestiman sus creaciones y jamás dejan que olvide, que yo también soy la niña que fui. Ellas son la clase de storyteller que todos los que queramos hacerlo bien, deberíamos ambicionar ser.

Los invito a que hoy mismo convoquen a una reunión con sus respectivos “departamentos creativos” en pleno: ellos son, ni más ni menos, los niñ@s que viven dentro nuestro. ¡A escucharlos!