Su abuelo no sabía cómo entretenerla ya, esa tarde de lluvia. Era lo único que podía hacer con un par de revistas viejas y una tijera. Se lo había enseñado una tutora que sus padres habían contratado cuando niño, allá en el campo, “para que no saliera bruto”, le dijeron. La Señora Harriet se enamoró …